Pastel de perdices
Uno de los platos más útiles en las casas de mucha familia y en donde hay ocasiones en que abundan las perdices, por la afición a la caza de los dueños, o de sus amigos, es el que voy a formular, y que aconsejo como el más práctico en su género.
Yo lo hago del siguiente modo, según ésta mi formula: se cuecen en agua seis buenas perdices con dos libras de hígado de ternera, una de tocino fresco, una de cebollas partidas y un par de nabos y de zanahorias, con la sazón correspondiente, fuerza de especias y hierbas aromáticas, entre las que dominará el romero.
A las cuatro horas de cocción, que habrá sido continuada y lenta, se sacan las perdices, se deshuesan enteramente, y con los demás ingredientes que han cocido, excepto las hierbas aromáticas, se hace un picadillo, que se convierte en pasta. pasándolo por pasadera y con ayuda del caldo de la cocción, que se habrá reducido de mitad y espesado bastante.
Así hecho este puré, se ponen en una cacerola cien gramos de manteca fina y fresca de vacas, se incorporan dos cucharadas de harina para que se rehogue, y sin dejar que se tueste se moja con una copa de Jerez o buen vino común blanco. Se incorpora y mezcla mucho el puré, cuidando de que esté un poquito suelto, lo que se obtiene con el caldo auxiliar. Entonces se llena una tartera de barro de las que hay para pasteles de esta clase y se cuece durante una hora al baño maría.
Frío este pastel, en el que pueden ir cortaduras de trufas si se quiere o se puede, es un delicioso manjar para almuerzo o merienda, y teniéndolo en sitio fresco se conserva perfectamente y hay plato para días, pues resulta análogo a un jamón en dulce, pavo en galantina, etc.
Vengo hablando hace tiempo, y en bastantes páginas, de manjares y condimentos que se guardan de un día para otro, o que hay que conservar al fresco y al aire por algún tiempo determinado, y para el caso, aconsejo a las señoras de su casa, un mueble de cocina, por demás sencillo, y que es la mejor fresquera que se conoce, y puede colgarse y descolgarse por fuera del alto de la ventana de la cocina, o del techo de una despensa, sotano o guardilla, según el uso y cosas que en el mueble se encierren.
Las cuatro caras de la alhacena, de la que una sirve de puerta, están formadas con tela fuerte de cañamazo de punto claro, preferible a la tela metálica, que es sucia y que no impide que penetren las hormigas.
Estas despensas al aire cuestan poco y son fáciles de hacer de cualquier tamaño que sean. Tres tablas cuadradas que forman el piso, el entrepaño y el techo, sujetas dentro de un armazón formado por cuatro bastidores recubiertos de lienzo cañamazo. Atravesando el tejadillo, un gancho, para colgar el aparato, prolongado por dentro para aguantar unos colgadores.
Suponiendo que este utensilio de cocina tan útil tenga una vara de alto y tres cuartas de lado, se calcula fácilmente cuánto se puede guardar dentro de carnes, pescados, sobras de comida, adobos, frutas, etcétera, etcétera.

Angel Muro
El Practicón
Tratado completo de cocina al alcance de todos y aprovechamiento de sobras.
Madrid,1893