Si utilizáis caracoles engordados a propósito
en un recinto y alimentados con hojas de perejil y sopa de verduras, entonces
podéis preparar estos caracoles después de tres días
de privación, pues pasado ese tiempo las heces y babas que en ellos
queden serán heces y babas puras y no dañarán a quien
las coma.
Pero si utilizáis caracoles salvajes que hayáis
cogido en los campos deberéis privarlos de comida durante dos semanas
enteras antes de llevarlos al puchero; pues sus heces y babas, que son
con frecuencia el producto de las plantas venenosas que han comido mas
que no los perjudican, pueden sin embargo ser grandemente
dañinos para las personas -así es como se dice que el duque
Giulio Orsini acabó sus días en la mesa en Mantua-, y por
tanto estas heces y babas han de ser eliminadas por completo.
Entonces, tras estas privaciones, al estar los caracoles
muy débiles por el hambre y habiendo perdido muchos de ellos la
conciencia, apenas sentirán el astuto alfiler que los induce a salir
de sus moradas, ni los golpes del martillo que rompe sus conchas si son
de esta manera sacados de sus casas.
Luego han de empaparse en agua blanda (a la que habréis
añadido una anchoa) por seis horas, y vueltos a lavar bajo un chorro
de agua blanda para limpiarlos de los últimos vestigios de heces
y babas. Y entonces podréis cocinarlos (hay quienes prefieren cortar
las partes negras de la cola de los caracoles, pues su sabor es amargo).
Poned los caracoles en un puchero hirviente y añadid algunos condimentos,
un puñado de hojas de la hierba del obispo, brotes de col, una anchoa,
un poco de eneldo troceado y una cabeza de ternera pequeña; esta
cantidad de condimento para cada cien caracoles. Dejad hervir el puchero
sobre el fuego de manera constante durante diez minutos, luego alejadlo
del fuego de manera que hierva a fuego lento durante seis o siete horas
más. Dejad que se enfríe y escurridlo a través de
una bolsa de cerdas gruesas. El caldo así obtenido ha de servirse
frío con terrones de polenta dentro de él, y los desperdicios
podéis echárselos a los perros sin peligro.
Notas
de cocina de Leonardo da Vinci
Compilación
y edición de Shelag y Jonathan Routh
Madrid,Ediciones
Temas de Hoy,1993.
Coleccion
Bolsitemas