Un Moulin dans les Landes. Meunier piquant sa meule. (F.Bernède,
phot)
MAMOTRETO PRIMERO
Comienza la historia o retrato sacado del jure cevil
natural de la señora Lozana, compuesto el año mil y quinientos
y veinte
e cuatro, a treinta días del mes de junio,
en Roma, alma dudad; y como había de ser partido en capítulos,
va por mamotretos, porque en semejante obra mejor conviene.
La señora Lozana fue natural compatriota de Séneca, y no menos en su inteligencia y resaber, la cual desde su niñez tuvo ingenio y memoria y vivez grande, y fue muy querida de sus padres por ser aguda en servillos e contentallos, e muerto su padre, fue necesario que acompañase a su madre fuera de su natural. Y esta fue la causa que supo y vido munchas ciubdades, villas y lugares de España, que agora se le recuerdan de casi el todo; y teníe tanto intelecto que casi escusaba a su madre procurador para sus negocios; siempre que su madre la mandaba ir o venir, era presta, y como pleiteaba su madre, ella fue en Granada mirada y tenida por solicitadora perfecta e prenosticada futura; acabado el pleito, e no queriendo tornar a su propia ciubdad, acordaron de morar en Xerez y pasar por Carmona; aquí la madre quiso mostrarle texer, el cual oficio no se le dio ansi como el hordir y tramar, que le quedaron tanto en la cabeza, que no se la han podido olvidar. Aquí conversó con personas que la amaban por su hermosura y gracia, asimismo, saltando una pared sin licencia de su madre, se le derramó la primera sangre que del natural tenía; y muerta su madre, y ella quedando huérfana, vino a Sevilla, a donde halló una su parienta la cual le decía: hija, sed buena, que ventura no os faltará, y asimismo le demandaba, de su niñez, en qué era estada criada, y qué sabía hacer, y de qué la podía loar a los que a ella conocían. Entonces respondíale desta manera: señora tía, yo quiero que vuestra merced vea lo que sé hacer; que cuando era vivo mi señor padre yo le guisaba guisadicos que le placían, y no solamente a él mas a todo el parentado; que, como estábamos en prosperidad, teníamos las cosas necesarias, no como agora, que la pobreza hace comer sin guisar, y entonces las especias, y agora el apetito; entonces estaba ocupada en agradar a los míos, y agora a los extraños.
Responde la Tía, y prosigue.
TÍA.-Sobrina, más ha de los años treinta que yo no vi a vuestro padre, porque se fue niño, y después me dixeron que se casó por amores con vuestra madre, y en vos veo yo que vuestra madre era hermosa.
LOZANA.-¿Yo, señora? Pues más parezco a mi agüela que a mi señora madre, y por amor de mi agüela me llamaron a mí Aldonza, y si esta mi agüela viviera, sabría yo más que no sé, que ella me mostró guisar, que en su poder deprendí hacer fideos, empanadillas, alcuscuzu con garbanzos, arroz entero, seco, graso, albondiguillas redondas y apretadas con culantro verde, que se conocían las que yo hacía entre ciento. Mirá, señora Tía, que el padre de mi padre decía: «¡ Éstas son de mano de mi hija Aldonza!» ¿Pues adobado no hacía? Sobre que cuantos traperos había en la cal de la Heria querían proballo, y máxime cuando era un buen pecho de carnero, y ¡qué miel! pensá, señora, que la teníamos de Adamuz y zafrán de Peñafiel, y lo mejor de la Andalucía venía en casa de esta mi agüela. Sabía hacer hojuelas, pestiños, rosquillas de alfaxor, textones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, xopaipas, hojaldres, hormigos torcidos con aceite, talvinas, zahinas, y nabos sin tocino y con comino; col murciana con alcarabea, y olla resposada no la comía tal ninguna barba; pues boronía ¿no sabía hacer? por maravilla, y cazuela de berengenas moxies en perfición; cazuela con su ajico y cominico, y saborcico de vinagre, esto hacía yo sin que me la vezasen. Rellenos, cuajarejos de cabritos, pepitorias y cabrito apedreado con limón ceutí, y cazuelas de pescado cecial con oruga, y cazuelas moriscas por maravilla, y de otros pescados que sería luengo de contar. Letuarios de arrope para en casa, y con miel para presentar, como eran de membrillos, de cantueso, de uvas, de berengenas, de nueces y de la flor del nogal, para tiempo de peste; de orégano y hierba buena, para quien pierde el apetito; pues ¿ollas en tiempo de ayuno? éstas y las otras ponía yo tanta hemencia en ellas, que sobrepujaba a Platina, De voluptatibus y Apicio Romano, De re coquinaría,y decía esta madre de mi madre: «Hija Aldonza, la olla sin cebolla es boda sin tamborín.» Y si ella me viviera, por mi saber y limpieza (dexemos esta hermosura) me casaba, y no salía yo acá por tierras ajenas con mi madre, pues que quedé sin dote, que mi madre me dexó solamente una añora con su huerto, y saber tramar, y esta lanzadera para texer cuando tenga premideras.
TÍA.-Sobrina, esto que vos tenéis y lo que sabéis será dote para vos, y vuestra hermosura hallará ajuar cosido y sorcido, que no os tiene Dios olvidada; que aquel mercader que vino aquí ayer me dixo que cuando torne, que va a Cáliz, me dará remedio para que vos seáis casada y honrada; mas querría él que supiésedes labrar.
LOZANA.-Señora Tía, yo aquí traigo
el alfiletero, mas ni tengo aguja ni alfiler, que dedal no faltaría
para apretar; y por eso, señora Tía, si vos queréis,
yo le hablaré antes que se parta, porque no pierda mi ventura, siendo
huérfana.
Francisco Delicado
La Lozana Andaluza (Estella, Navarra, Ediciones Orbis, 1988)