Baños de Archena. Comedor de las Termas (Fot.Lacoste-Madrid) Ap.1904


   "comenzó a hablarle de las frutas y le invitó a gustarlas, dándose ejemplo.
   En su boca quedaba preso un trozo de pulpa y los labios le brillaban con
   la humedad destilada de aquella carne melosa. Tenía una teoría Florentina
  acerca de las frutas: el dulzor no es sino una sensación envolvente del aroma.
  El aroma desnudo es la personalidad del fruto, pero el paladar necesita
  percibirlodesleído en el almíbar del zumo. Y todavía no es el aroma específico la
  últimasutileza de la sensación frutal. Hay muy escondido un principio de amargor,
  en el cual está lo más exquisito para el gusto. Se necesita una sensibilidad muy
  educada y un gran dominio sobre los incentivos de la gula para penetrar hasta
  ese íntimo núcleo del sabor. Y así, el perfecto gustador de fruta habrá de tener
  por lema a lo amargo por lo dulce."
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 "Pues, ¿y las habas? A un extraño le parece que no pueden ser sino manjar de
 animales inmundos; pero hay un refinamiento sensual en espiar el crecer de sus
 matas de color de acero, tan sensibles al frío, y en ver cómo despliegan los pétalos
 blanquinegros sus flores semejantes a mariposas; y hay una voluptuosidad en la
 recolección por nuestras propias manos, aspirando la fragancia de las vainas frescas,
 estuches forrados de un delicadísimo terciopelo donde yacen incrustadas las gemas
 de los granos; en abrirlas por aquella uña umbilical y, ejerciendo en la piel una leve
 presión con los dedos. ver brotar 1os dos gajos resbaladizosdel interior. tiernos y
 dulces, y saborearlos luego muy despacio."

  José Ballester
 Otoño en la ciudad (1936)