Rutas de todos los tiempos. En las entradas del pueblo siempre tenéis
vuestra casa y el olivar
es vuestro amigo. Las ruedas del
carromato conocen todas las sendas, y las caballerías, sabias de
su destino, están lánguidas como las rniradas de gitanos
viejos.
Llegaron los trashumantes y al poco todas las puertas se han abierto con
desconfianza para mirar las faldas, con tiras de bandera, de las púdicas
extrañas.
Estos gitanos son amigos de todas las sombras. La de olivar los desgarra;
la de ermita les da cama, y la de iglesia de pueblo les da vajilla ocre
y cántaros con portillos ansiosos de tener agua.
Y las gitanas... Saben de todas las penas, pero aprendieron a matarlas
conforme van llegando a la aldea.
RUTA DEL RIO
Monte abajo y por los valles desenreda su madeja. No le importan los riscos
verdinegros ni las noches de viento y escarcha. Siempre, siempre corriendo
en busca de una querencia. (Y al encontrarla se muere.) Pero lleva
en su seno fragor de barrancos, para asustar en la noche al caminante,
y esto le enorgullece, y se hincha, poseído en su carrera loca y
revuelta de que sus cuchilladas blancas están matando baladres.
(Y todo porque vió a éstos con flores rojas.)
Y cuando anda con la carretera se ruboriza, creyéndose novio, al
departir con ella, tan blanca, tan brillante... (No sabe el pobre río
que la carretera le va a dejar muy pronto para irse con otro novio: el
campo o el monte.)
Y sigue adelante, ya más callado, rumbo a la ciudad, a erisortijarse
con un puente y abanicarse con álamos.
RUTA DE LAS CAMPANAS
¡Ay, qué ruta más estrecha para estas eternas golondrinas
de las torres! Presas en la niñez, en la juventud, en la vejez...
Sólo hay sendas para sus gritos. Sendas rizadas por los tejados.
Sendas secas por los campos. Sendas de todos colores en la huerta de la
iglesia.
En las noches claras, de julio o enero, velan para hablar con la luna,
que se engancha en las veletas, y sólo callan cuando el reloj las
piropea con su voz ronca. Hablan de fautasmas, de apareciclos, de bautizos
y de entierros.
Toda la noche de charla. Hasta que llegue el día que las hará
marearse en su voltear.
RUTA DE LA LUNA
De los cipreses a las torres. De las torres a las ventanas de los enamorados.
A pasear su color de ánfora por las noches del pueblo, y a deshilacharse
en las manos de una novia. (Y a besar todas las calles; y a entregarse
a todos los poetas.)
Música pone el viento en las semillas de luna, para fundirse en
cuerdas de guitarra y versos. La senda de la luna se la tiene bien aprendida
la niña de quince años, como se la aprendió el trovador
de la Edad Media, y como se la aprenderán los románticos
de todos los tiempos.
Ahora se marcha a hablar con las campanas cautivas, y con el río
loco, y con los gitanos grises. (¿Cuándo dormirá la
luna?)
José Moreno
Sánchez
El alma, las cosas
y el paisaje
Colección Arrixaca
Murcia, Tip La Verdad,
1936
Edición numerada
de 525 ejemplares en papel pluma