Mustio y ya desmayoso
su olorcico, en tu carta
llegó, nena, a mis manos
el tallico de alábegas...
Mustio, y ya desmayoso su olorcico,
páece que triste me habla
y que quisiá decirme
tantas cosas y tantas
como me dices tú, nena, llenándome
con letra pequeñica cuatro caras.
Miá si me dice cosas
el tallico de alábegas:
Sembraïco en un tiesto lo tenías
debajo del jarrero, ande una jarra,
más limpia que la nieve,
gota a gota encimica tresmanaba..
Haciendo relucir sus hojas frescas,
cuando abrías la puerta de la casa,
iba a darle derecho, como pa acariciarlo,
un rayico de sol por las mañana...
Alegre de la cieca tú
volvías
con tu cántaro de agua,
fregando el cantarero hasta dejarlo
que podía mirarse en él la cara...
Luego, cantando igual que un pajarico,
la casa y el rellano rogiäbas
y a coser te ponías, sentándote a la puerta,
en ande ya estendía su sombrica la parra...
Tu padre, entanimientras,
en la orillica del brazal segaba
yerba pa las borregas que, llamándolo,
desde el corral balaban y balaban...
También después solías levantarte¡Y quién se lo diría, como a mí en otro tiempo!
a beber en la jarra...
a la ves, al tallico
la mano, cariñosa, le pasabas,
¡y el tallo, agradecío a tu querer, la mano
llena de su olorcico te dajaba!...
Aquí hay de tó, nenica; pero quiero que sepas
que la alábega fina que me mandas,
ni se encuentra en América
¡ni con tós sus tesoros se pagara!
Vicente Medina
(Aires Murcianos)Cartagena, 1898