Uno enfrenta el conflicto. Y a Dios pide le saque con fortuna. Porque quien escribe tiene que redoblar el parche, por partes iguales, para dos villas antiguas, ribereñas, puestas la una a la cara de la otra: ambas separadas tan sólo por el manso discurso de las aguas del río. (Porque Ulea y Villanueva, como dos mocitas pintureras buscaron y tienen el espejo limpio del Segura, que se quedó como parado de amor, de asombro geodésico y orográfico frente a las dos muchachas, ambas lozanas, conjuntas en altura -dos escasos metros le lleva Villanueva a Ulea, pues ésta tiene 126 sobre el nivel del mar-, parejas en la paciente belleza de sus huertos, de sus quietas callecitas, de su paz increíble.)COMO DOS MUCHACHAS
Ulea estribó sus casas en las faldas de la Sierra de Ricote, Villanueva, en la del Solvente. Ambas, desde el calvero mondo, comenzaron a descender, sin prisas, hasta el valle. Escalones de verdura que salpica el cerezo y la flor de la granada, se llegan con respectiva insistencia hasta huertos donde la naranja exprime y exclusiviza los ácidos más depurados, los azucares más finos, la más delicada piel.
Villanueva y Ulea se hablan de tú a tú: a veces se dicen
palabras mayores. Pero enseguida tiran sus pelillos a la mar. Si Ulea
tiene
caseríos de bello nombre -Ficaira- Villanueva salta con sus
huertas
de Agua Amarga, donde crece el henchido melocotón. Pero Ulea, a
fuer de menos escarpada recuenta más tierra, más
superficie
campesina. Ambas, Ulea y Villanueva -aquí sí que tanto
monta-
atesoran cl mejor paisaje, el paisaje más literario, más
tópico, más retratador de la Murcia de
exportación.
Uno no sabe si lamentar o agradecer que la mano del hombre ingeniero,
del
hombre arquitecto, del hombre constructor de lo que sea, siga
prácticamente
desconociendo estos pueblos gemelos, donde a cada vuelta de las
carreteras,
a cada cuesta coronada, salta el asombro, y del asombro la gratitud.
En estos territorios, se come y se bebe alegremente, como si a cada
mantel
correspondiera un bautizo rumboso, o una boda por todo lo alto (una
boda
de propietario de huertos de naranjos, en Ulea o en Villanueva, es un
espectáculo
digno de Cecil B. de Mille). Como pueblos que son de la cuenca del
cordero.
Unos pueblos donde a la gallina de corral se la alimenta con
panizo
a modo, no se la echa a la calle, a la buena de Dios, para que meta el
pico aquí y allá, en la basurita tierna o en la
boñiga
huérfana.
En Ulea se inventaron -por lo que iba diciendo- el pebre de gallina, que si no llega a rayar las alturas del glorioso pebre de Abarán, sí que queda gustoso y animador. En estos pueblos se mata el cochino de cara al invierno, antes de que llegue. Y se confecciona un embutido antológico, en el que no ponen sus pecadoras carnes, ni la ternera ni el borrego. El embutido murciano hay que buscarlo en estos pueblos de poca facha y buen dinerito en el calcetín. Porque la tripa es de primera división, y el picadillo consume los lomos del chino, y la cebolla sube desde Molina, y el pimentón cuesta un Potosí, y las especias se estudian, y las magras no se adoban, porque van a parar a la tripa.
En estos parajes se toman unas gachasmigas de panizo que harían sollozar a Carlos Dickens. porque las tales gachasmigas vienen al mundo cuando el valle se nubla, y el sol sale de estampía, y llueve sobre el corazón de las gentes tal y como llovía sobre la ciudad del pobrecito Verlaine. Y en estas tesituras, las gachasmigas, que tienen poco de gacha y muchísimo de miga, de pedúnculo de harina casi frita, pero conservando aún sus privativas esponjosidades, son elaboradas a brazo lento y poderoso, con costillejas de cerdo en adobo, con tocino frito, con cebolla asada, a grandes cascos esparcida. Y cuando están a modo, se las toma sobre la propia materna sartén, con la ensalada de hierbas del campo aderezada, haciendo los oficios del companaje. (Mientras, afuera, llueve tiernamente. Y los albaricoqueros, y los granados, y el magnolio del huerto, y los manzanos altos como silbidos, y la flor de la manzanilla, reciben los dulces dedos del agua del Señor, que sigue terne, cayendo, cayendo...).
Juan García Abellán
Murcia entre bocado y trago
Murcia,Ediciones Mediterráneo,1980
La Vega Alta del Segura
Ulea es casi hermana de Villanueva. A los pies de la sierra de Solvente recuesta sus casas. Ir allí es visitar tierras históricas, que Villanueva creció humilde y sin prisas, bajando haccia el valle. Allí se encuentra el alma, contemplando el paisaje idílico, tranquilo. Es el reino de los cerezos y los granados, es oler a naranja cuando llega el tiempo de los sueños. Crece el albaricoque y la mandarina, al amparo de una hermosura de agua. Es admirar las huertas escalonadas de Agua Amarga, donde las frutas hacen pensar en el paraíso. Es admirar un paraje de ensueño desde el otro lado del puente, donde el río se encuadra entre naranjos y palmeras.
Y como después de todos estos paseos, mirando aquí y
allí,
sentirán que el estómago vuelve por sus fueros, pueden
probar
una serie de fritos y guisos que harán sentirse satisfecho al
más
exigente. Allí la carne se compromete con las especias, le dan
al
cochoncillo y al corderillo tierno un punto sobre las brasas que le
hace
a uno sentirse en paz con el mundo. Allí, si el
tiempo
ha apretado, y hace frío, y cae la lluvia, te dan unas gachasmigas
en
sarten grande, eso sí, que las cosas hay que hacerlas bien, y
allí
el tocino en trozos pequeños y las costillejas, ajos tiernos y
ñoras.
Y luego, a lo que queda de aceite se añade agua, y se echa,
cuando
rompe a hervir, la harina de maiz. Se dejan a fuego lento, y, cuando
empiezan
a hacer borbotones, Ie van dando vueltas con una rasera, hasta que
quede
desmenuzado y suelto. Y se echa todo e1 fritango que se tenía
preparado,
y a comer en la misma sartén, trasegando vino del terreno.
Si es el tiempo, pidan granada. Granada bailando en el dulzor del vino
dulce, sin azúcar, que mucha gente le echa, y es demasiado
dulzacho
ya. Y si son golosos, no se pueden marchar sin probar el brazo de
gitano,
que, valga la redundancia, no se lo salta un gitano. Bizcocho
enrollado,
resbalándole la nata o el chocolate, aunque en Villanueva le
tienen
mas querencia al chocolate.
Bueno, ir a Villanueva es no perder el viaje, porque, aunque no se culturicen en el sentido literal de la palabra, pueden llevarse un gran bagaje de buenos sabores, y respirar siquiera unas horas, en una atmósfera menos contaminada.
Mª Adela Díaz Párraga
Comer en Murcia
Madrid,Penthalon,1982