Villanueva del Río Segura
(Murcia)






Villanueva del Río Segura

en la poesía de Vicente Medina

Murcia: En el Valle de Ricote

(Villanueva del Segura)

Una página desde la distancia

     La intención al elaborar esta página sobre Villanueva del Río Segura, es la de intentar espolear a alguno de sus habitantes, empresas o instituciones, a realizar un trabajo que desde fuera de su existencia vital se muestra imposible de llevar a buen término.  En Este sentido es encomiable el trabajo realizado por Jose A.Teruel en su página "Murcia: En el Valle de Ricote" donde se realiza una descripción de los pueblos: Ricote, Ojós, Ulea y la misma Villanueva.
     La nostalgia, los recuerdos, la tradición familiar y otras muchas variables de nuestra vida individual, pueden llevarnos a ayudar y favorecer unas tierras, unos parajes, unos sabores y unos olores, perfectamente desconocidos incluso en tierras muy cercanas, pero sin lugar a dudas espectacularmente singulares e interesantes.Algunos frutos de la huerta que no hace mucho tiempo se podían encontrar con cierta facilidad, hoya casi han desaparecido.Tal es el caso de las limas,bergamotos,níspolas,peretas,ciertas variedades de palmeras, higueras y granados. La necesaria rentabilidad de los cultivos ha arrumbado a éstas y otras especies y variedades casi al rincón del olvido, aunque esperamos que no sea demasiado tarde para intentar recuperarlos.
     Un caso bien diferente es el de una planta silvestre: La verdolaga, tan abundante en verano en nuestras huertas en su variedad silvestre, muyutlizada e incluso cultivada en la Edad media y actualmente en algunas cocinas mediterráneas, como por ejemplo la catalana. Deliciosas ensaladas, tortillas y sopas pueden hacerse utilizando esta planta grasa que crece de forma indiscriminada en los bancales de nuestras huertas.
     A semejante abandodno ha colaborado la poca atención prestada a estos parajes por viajeros insignes que solo estuvieron de paso y apenas fijaron su atención en la feracidad de sus huertas, o bien quedaron cegados por la historia y propiedades de las cercanas Termas de Archena y Mula, tan dignas ciertamente de admiración.
Otros visitantes, como el caso de los arqueólogos, realizados con éxito su trabajos en los cercanos yacimientos ibérico argáricos del Cabezo del Tío Pío, los Baños de Archena o el Castillo de Ricote, volvieron a sus universidades y museos, dejando en un evidente estado de abandono dichos yacimientos durante años.
     Poetas, historiadores, folcloristas, novelistas y otros visitantes, o no han dejado rastros de su paso, o en todo caso nosotros no los hemos detectado. Grande y hermosa excepción ha sido las de nuestro llorado y admirado vecino el gran poeta archenero Vicente Medina, hombre de mil exilios mas de hambre que de ideas, poeta de nuestras huertas, cantor de la Paira, el Agua Amarga, la Huerta Vieja, el Azud del Golgo y otros lugares, así como romancero de nuestro insigne molinero Paco el Rojo, el viejo barco del río, las procesiones de Semana Santa, o exaltando frutas y verduras, denunciando hambrunas y miserias, pero siempre brillante; sin lugar a dudas una de las personas que mas han hecho por el conocimiento del alma, la huerta o el habla murciana.
       Es incomprensible la poca atención prestada actualmente al sin lugar a dudas el mas insigne poeta de la huerta murciana y de nuestro valle. 
          De pasada, también se ocuparon de nosotros Juan García Abellán y Mª Adela Díaz Párraga en sus respectivas obras gastronómicas de las cuales se incluyen aquí algunos retazos.
         Igualmente se acercó, aunque casi de puntillas Manuel Jorge Aragoneses en su obra El Mueble Popular de Murcia, citando un par de los que había entonces en casa de los Pelaillas, pero sin parar barras en nuestro querido carpintero y ebanista Molina,  artífice de innumerables milagros con la madera; aquel que nos alegraba la infancia torneando preciosas zompas (peonzas) con las que disfrutábamos de esos nunca bien agradecidos ratos de juego en los cristalinos soles de los invernales días de holganza. Siempre recordaremos quella afabilidad, aquella solidaridad de tiempos económica y socialmente negros, cuando alegremente aceptaba el tornearnos uno de esos juguetes con el último pedazo de madera (lo mas dura posible) que habíamos encontrado, y a la que clavando puntas afiladas convertíamos en quiméricas armas destructivas de los útiles de juego de nuestros compañeros de ocio.Gracias Molina.
         Sería injusto no recordar desde aquí la descripción que hizo sobre Villanueva el antropólogo Julio Caro Baroja.
         En todo caso, debe quedar claro que este pretende ser el inicio de una labor mas amplia, mas socializada que permita dar a conocer el paisaje, el alma y las personas de Villanueva a aquellos curiosos que se interesen por nosotros. Mas tarde seguirá un recetario gastronómico, algún estudio sobre los produvctos de la huerta, reproducción de escritos sobre el pueblo ejecutados por sus habitantes, y cualquier otra cosa que pueda interesar. 
COMO DOS MUCHACHAS
       Uno enfrenta el conflicto. Y a Dios pide le saque con fortuna. Porque quien escribe tiene que redoblar el parche, por partes iguales, para dos villas antiguas, ribereñas, puestas la una a la cara de la otra: ambas separadas tan sólo por el manso discurso de las aguas del río. (Porque Ulea y Villanueva, como dos mocitas pintureras buscaron y tienen el espejo limpio del Segura, que se quedó como parado de amor, de asombro geodésico y orográfico frente a las dos muchachas, ambas lozanas, conjuntas en altura -dos escasos metros le lleva Villanueva a Ulea, pues ésta tiene 126 sobre el nivel del mar-, parejas en la paciente belleza de sus huertos, de sus quietas callecitas, de su paz increíble.)

     Ulea estribó sus casas en las faldas de la Sierra de Ricote, Villanueva, en la del Solvente. Ambas, desde el calvero mondo, comenzaron a descender, sin prisas, hasta el valle. Escalones de verdura que salpica el cerezo y la flor de la granada, se llegan con respectiva insistencia hasta huertos donde la naranja exprime y exclusiviza los ácidos más depurados, los azucares más finos, la más delicada piel.

       Villanueva y Ulea se hablan de tú a tú: a veces se dicen palabras mayores. Pero enseguida tiran sus pelillos a la mar. Si Ulea tiene caseríos de bello nombre -Ficaira- Villanueva salta con sus huertas de Agua Amarga, donde crece el henchido melocotón. Pero Ulea, a fuer de menos escarpada recuenta más tierra, más superficie campesina. Ambas, Ulea y Villanueva -aquí sí que tanto monta- atesoran cl mejor paisaje, el paisaje más literario, más tópico, más retratador de la Murcia de exportación. Uno no sabe si lamentar o agradecer que la mano del hombre ingeniero, del hombre arquitecto, del hombre constructor de lo que sea, siga prácticamente desconociendo estos pueblos gemelos, donde a cada vuelta de las carreteras, a cada cuesta coronada, salta el asombro, y del asombro la gratitud.

         En estos territorios, se come y se bebe alegremente, como si a cada mantel correspondiera un bautizo rumboso, o una boda por todo lo alto (una boda de propietario de huertos de naranjos, en Ulea o en Villanueva, es un espectáculo digno de Cecil B. de Mille). Como pueblos que son de la cuenca del cordero. Unos pueblos  donde a la gallina de corral se la alimenta con panizo a modo, no se la echa a la calle, a la buena de Dios, para que meta el pico aquí y allá, en la basurita tierna o en la boñiga huérfana.

          En Ulea se inventaron  -por lo que iba diciendo-  el pebre de gallina, que si no llega a rayar las alturas del glorioso pebre de Abarán, sí que queda gustoso y animador. En estos pueblos se mata el cochino de cara al invierno, antes de que llegue. Y se confecciona un embutido antológico, en el que  no ponen sus pecadoras carnes, ni la ternera ni el borrego. El embutido murciano hay que buscarlo en estos pueblos de poca facha y buen dinerito en el calcetín. Porque la tripa es de primera división, y el picadillo consume los lomos del chino, y la cebolla sube desde Molina, y el pimentón cuesta un Potosí, y las especias se estudian, y las magras no se adoban, porque van a parar a la tripa.

       En estos parajes se toman unas gachasmigas de panizo que harían sollozar a Carlos Dickens. porque las tales gachasmigas vienen al mundo cuando el valle se nubla, y el sol sale de estampía, y llueve sobre el corazón de las gentes tal y como llovía sobre la ciudad del pobrecito Verlaine. Y en estas tesituras, las gachasmigas, que tienen poco de gacha y muchísimo de miga, de pedúnculo de harina casi frita, pero conservando aún sus privativas esponjosidades, son elaboradas a brazo lento y poderoso, con costillejas de cerdo en adobo, con tocino frito, con cebolla asada, a grandes cascos esparcida. Y cuando están a modo, se las toma sobre la propia materna sartén, con la ensalada de hierbas del campo aderezada, haciendo los oficios del companaje. (Mientras, afuera, llueve tiernamente. Y los albaricoqueros, y los granados, y el magnolio del huerto, y los manzanos altos como silbidos, y la flor de la manzanilla, reciben los dulces dedos del agua del Señor, que sigue terne, cayendo, cayendo...).

                                                                    Juan García Abellán
                                                                      Murcia entre bocado y trago
                                                                      Murcia,Ediciones Mediterráneo,1980




La Vega Alta del Segura

....

   Ulea es casi hermana de Villanueva. A los pies de la sierra de Solvente recuesta sus casas. Ir allí es visitar tierras históricas, que Villanueva creció humilde y sin prisas, bajando haccia el valle. Allí se encuentra el alma, contemplando el paisaje idílico, tranquilo. Es el reino de los cerezos y los granados, es oler a naranja cuando llega el tiempo de los sueños. Crece el albaricoque y la mandarina, al amparo de una hermosura de agua. Es admirar las huertas escalonadas de Agua Amarga, donde las frutas hacen pensar en el paraíso. Es admirar un paraje de ensueño desde el otro lado del puente, donde el río se encuadra entre naranjos y palmeras.

        Y como después de todos estos paseos, mirando aquí y allí, sentirán que el estómago vuelve por sus fueros, pueden probar una serie de fritos y guisos que harán sentirse satisfecho al más exigente. Allí la carne se compromete con las especias, le dan al cochoncillo y al corderillo tierno un punto sobre las brasas que le hace a uno sentirse en paz con el mundo. Allí, si el tiempo ha apretado, y hace frío, y cae la lluvia, te dan unas gachasmigas en sarten grande, eso sí, que las cosas hay que hacerlas bien, y allí el tocino en trozos pequeños y las costillejas, ajos tiernos y ñoras. Y luego, a lo que queda de aceite se añade agua, y se echa, cuando rompe a hervir, la harina de maiz. Se dejan a fuego lento, y, cuando empiezan a hacer borbotones, Ie van dando vueltas con una rasera, hasta que quede desmenuzado y suelto. Y se echa todo e1 fritango que se tenía preparado,  y a comer en la misma sartén, trasegando vino del terreno.

       Si es el tiempo, pidan granada. Granada bailando en el dulzor del vino dulce, sin azúcar, que mucha gente le echa, y es demasiado dulzacho ya. Y si son golosos, no se pueden marchar sin probar el brazo de gitano, que, valga la redundancia, no se lo salta un gitano. Bizcocho enrollado, resbalándole la nata o el chocolate, aunque en Villanueva le tienen mas querencia al chocolate.

      Bueno, ir a Villanueva es no perder el viaje, porque, aunque no se culturicen en el sentido literal de la palabra, pueden llevarse un gran bagaje de buenos sabores, y respirar siquiera unas horas, en una atmósfera menos contaminada.

                                                                        Mª Adela Díaz Párraga
                                                                          Comer en Murcia
                                                                          Madrid,Penthalon,1982